sábado, 29 de mayo de 2021

Cuando venía Malena sentía como el olor de la llegada de la primavera, pero esa parte linda realmente linda de la primavera, en donde se siente el olor de los tilos y jazmines, del cesped recién cortado y el sol brillando en su máximo esplendor.
La presencia de Malena era el té con leche con las tostadas calentitas y untadas con manteca y dulce una a una. El cariño de Malena, quizás, era un poco más peculiar, era algo más dura y retona que esa abuela tana rodeada de nietos todo el día. Malena rotaba, iba, venía, estaba un poco con unos, otro poco con otros. Volvía a su lugar, jugaba a la canasta con amogas, venía y participaba activamente de las cenas, de los encuentros sociales. Malena charlaba con mis amigas, con los amigos de mi papá, con los políticis, con la familia de la familia. Le gustaba la política, como a mí, aunque en un polo opuesto en nuestros tiempos. Leía, ¡cómo leía, diarios, revistas, cosas!
Malena era simpática, muy simpática. También muy inteligente y a veces muy muy dulce. Daba la mano, daba un mimito en el momento justo. Malena me enseñó a cocinar, me regaló mi primera batidora eléctrica, uno de los regalos más valiosos que habré recibido de por vida. Me enseñó lo básico para una torta, me dijo los secretos de las claras de huevo, de la crema para que no se corte. Me dejo practicar, practicar y practicar. Verla, ayudarla. Aprender a amar la cocina.
Malena era muy presente. Malena estaba. Malena me enseñó a estar. Con alegría y con tristeza, estar. Vivir. Malena le enseñó a Luis y Luis nos enseñó a nosotros, que hay que vivir, con la mayor alegría y amonía posible, vivir. Malena vivió con alegría, vivió mucho, de forma muy linda. La vida de Malena me genera muchas ganas de vivir la vida.
Malena nos dejó del todo. La despido con el corazón lleno de amor y el alma eternamente agradecida por su vida y su vida en la mía.

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