viernes, 16 de abril de 2021

 Abajo de los balcones, 

afuera de los palliers, 

lejos de esas cacerolas,

habita una realidad donde siempre

rige la oscuridad,

es una oscuridad tenue, 

como los atardeceres de domingo en el invierno,

como la oscuridad de esa hora a la que llamo la hora del vacío. 


Del otro lado de la queja por las libertades,

existe un un mundo donde no rigen los derechos,

no hay techo,

no hay comida,

no hay un lugar,

pero hay un tiempo que se vuelve infinito. 


Entre el tú y el yo, 

está el todo que nos rodea,

ese todo que a veces naturalizamos,

a veces intentamos no mirar

y a veces, con una miserable lástima,

accedemos a pispear a través de la culpa y la caridad.

 

Entre el tú y el yo

dejamos que se construya un mundo

tan individualista,

tan egoista,

tan narcisista,

que me da un poco, un poco no, 

bastante vergüenza

asumir que entre tu egoísmo y mi comodidad

somos garantes de esta miseria que siempre pareciera explotar.


Pareciera, porque siempre sigue, siempre se sostiene.

Esta humanidad que conocemos,

siempre saca una increíble creatividad para sobrevivir

excluyendo y haciendo que sobre

quien tenga que sobrar. 


Más temprano que tarde,

vos, yo, quienes nos rodean,

podemos estar en eso que hay entre el tu y el yo;

quizás sea tarde, 

quizás ya no haya esperanza,

pero el día que estemos en ese espacio que hay

entre el tú y el yo,

entendamos que la libertad, lo material, lo individual

es absolutamente finito, absurdo e intangible 

en este cruel mundo que habitamos. 



lunes, 5 de abril de 2021

¿Te acordas de cuando hablábamos del futuro, 

de ese entonces en que vos creías que había que asumir la adultez

y construir un proyecto en un lugar tranquilo,

mientras yo -un poco confundida- 

estaba obsesionada con la idea de hacer, 

exprimiendo la juventud 

y trabajando en ese modo de vivir que hoy veo tan lejano? 


Los objetivos eran tantos, 

que bien me advertiste de no tener en claro 

que quiero de mi vida

y pum

se bifurcaron extremamente nuestro caminos,

como todo se bifurca en este mundo.


Tenías razón.  

Pero hoy, 

hoy tampoco tengo en claro nada. 

El futuro no lo veo de ningún color,

porque simplemente no lo veo, 

no me lo imagino. 


Hace tanto que no me lo imagino.


Pregunto, sin querer caer en un tono acusatorio:

¿vos te lo imaginas,

vos, hoy, tenés en claro qué querés de tu vida?

¿es posible, en este mundo de hoy, 

saber cómo se quiere vivir la vida,

cómo pensarse a mediano o largo plazo?


Hace diez años identificaba en mi

esa madurez equilibrada de la que nos habló Paco Urondo,

esa madurez “capaz de enloquecer a cualquiera o aburrir de golpe”;

hoy abrazo bastante

una inmadurez que a veces me avergüenza

y otras veces me hace sentir un poco más viva,

quizás porque me aburrí de golpe,

por suerte no creo haberme enloquecido. 


Busco el sol, 

todo el tiempo busco el sol,

la naturaleza,

la risa,

lo simple,

lo cálido,

busco entrenar mi cerebro,

pero equilibrando esa búsqueda con un off de pensamientos. 


A veces, muchas veces,

siento culpa, no te puedo decir que no,

pero siento que vivo una vida

con ganas de ser vivida,

pese a no saber

qué hay mañana,

hacia dónde voy,

cuál es la responsabilidad que debería seguir.


Te pregunto, de nuevo te pregunto,

¿vos llevas una vida con ganas de ser vivida?

Lo pregunto, porque si me quedo lejos,

es porque me imagino que sí,

me da lastima ni siquiera verla,

a veces querría acercarme,

verla, estar cerca,

saber si tu vida y la mía

efectivamente no tienen nada que ver.