lunes, 18 de marzo de 2019

Soltar(te)

Y de repente tuve que buscar herramientas
que me ayuden a acercarme al olvido.

No es fácil
cuando la rutina
nos ha (a)cercado
en el día
y en la noche,
en lo personal
y en lo colectivo.

No hemos podido querernos
más allá de nuestras subjetividades:
vos no pudiste asincerarte
ni con tus propios sentimientos;
yo no puedo ver más allá
de mis propias debilidades.

Ya no te juzgo.
Me juzgo a mi,
por sentir tanta disconformidad
por la innecesaria complejidad
que construimos
en lo que fuimos,
en lo que somos,
en lo que pudimos ser.

Entonces me agarra el impulso,
intentando salir rápido de acá,
y agarro nuestro chat,
que es casi como un diario de nuestro vínculo.
Lo reviso. Fechas. Fotos.
El cliché de siempre.

Intento entender hacia donde mutamos,
que espero yo,
que esperas vos.
Vos también te conformas
y no puedo aceptar que lo hagas.

No logramos trascender
hacia algo más sano
o algo más lindo.
Ya no me haces bien
y yo me enojo.
Lo sé, tampoco te hago bien
y me estoy convirtiendo
en algo tóxico.
No quiero ser eso,
ni para vos ni para mi.

Hoy,
si de vos me dijeran
que nos podemos encontrar
en otro momento,
yo les diría que ya no quiero.
No porque no te quiera,
sino porque descreo
de nuestra capacidad de poder hacerlo.

Es como una especie de decepción.
Decido borrar el chat completo,
con el mismo deseo de borrar algo
que escribí y no me gusta;
con las mismas ganas de que exista
la maquina de Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos.

Ahora me queda poner en práctica
la distancia
para poder
soltar(te)
y, quizás, poder
reconvertir(nos).