sábado, 9 de febrero de 2019

Veinte mil días más

08/02/19

Queremos que sea simple, dijimos los enroscados. Es que cómo hacerlo simple si estamos sumergidos en tus no sé y en mis inseguridades. Qué no sabes, no querés tampoco saberlo. Ante la duda, mejor dejar que la psiquis trabaje y opere sola. Inseguridades por qué, pensarás, y yo respondo que si entendiera los por qué sería algo ya tan trabajado que hace rato lo hubiese convertido en fuerza que me ponga en otro lado. No soy el victimario, decís vos; bueno, yo no quiero ser ni parecer la victima, te digo yo. Este es otro capítulo fundado en las palabras insuficientes, en las que no pude decir, en los gestos que no me permito -ni me permitís- expresar. Si hoy me preguntaras qué quiero con vos, diría que poder darte un amor libre y en libertad. Libre de qué, pensarás; de nosotros mismos, en lo más amplio del concepto. Y diría que hoy, hoy si quisiera que vos también sientas ese amor, libre, pero amor al fin. Pero con vos aprendí a hablar de deseo y de demanda. Entendí que nada de lo que se exige se sostiene en el tiempo. Y como puedo atreverme a tirar de la soga con alguien con quien no sabemos cual fue, es o será el vínculo, cómo mutará o a donde nos conducirá. Pero en todo eso hay algo en lo que coincidimos, nos queremos en nuestras vidas -de x forma- hasta dentro de por lo menos veinte mil días. Y no sabemos ni cómo vamos a ser ni que vamos a hacer. ¿Será que está dependencia seguirá o será que trascenderemos a un estadio desconocido? Vos me lo dijiste una de las primeras charlas, en un bar, en el medio de todos bailando: vos y yo nos vamos a encontrar siempre. Y no me lo dijiste desde el romance, me lo dijiste desde lo humano. Y yo hoy, desde el romance, solo deseo que no haya romance, sexualidad, amistad o circunstancia alguna que nos corra de esa conexión auténtica (quizás lo único verdaderamente simple) que no se si será para siempre, pero ojalá que eso dure por unos veinte mil días más.